Los huracanes cambian de rumbo: ¿por qué los sistemas tropicales se están desviando este año hacia el Atlántico Norte?
La actual temporada de huracanes en el Atlántico está mostrando un comportamiento inusual que ha llamado la atención de los meteorólogos: muchas tormentas tropicales y huracanes están girando hacia el Atlántico Norte, en lugar de dirigirse hacia el Caribe o las costas de América. Este patrón, lejos de ser una casualidad, responde a una combinación de factores oceánicos, atmosféricos y climáticos que están modificando las trayectorias tradicionales de los ciclones tropicales.
En lo que va de la temporada, varios sistemas tropicales han sorprendido a los meteorólogos por sus trayectorias poco habituales. La tormenta tropical Jerry, actualmente en movimiento hacia el Atlántico Norte, sigue el mismo patrón que mostraron recientemente los ciclones Helene, Isaac y Kirk, todos ellos formados en el Atlántico central y que terminaron recurvando hacia el norte antes de alcanzar tierra firme.
Uno de los elementos más determinantes es el comportamiento del anticiclón de las Azores, una enorme zona de alta presión que actúa como “timón” de los huracanes. En los años en que este sistema se extiende hacia el oeste, las tormentas suelen desplazarse rumbo al Caribe o al Golfo de México. Sin embargo, en 2025 el anticiclón ha estado más débil y desplazado hacia el este, abriendo una especie de “corredor” que permite que los sistemas tropicales curven hacia el norte y noreste, internándose en el Atlántico abierto.
Otro factor clave es el calentamiento récord de las aguas del Atlántico subtropical. Las temperaturas superficiales del mar se mantienen entre 1 y 2 grados por encima del promedio, una anomalía que no solo alimenta la intensidad de los huracanes, sino que también altera los patrones de presión y viento. Con más energía disponible en el Atlántico norte, los ciclones logran mantener su fuerza incluso al alejarse de los trópicos, prolongando su vida útil y su impacto sobre zonas habitualmente más templadas.
Mientras tanto, la cizalladura del viento —la diferencia en dirección y velocidad de los vientos a distintas alturas— se ha mantenido alta en el Caribe y el Golfo de México, lo que impide que los sistemas tropicales prosperen o avancen hacia el oeste. Este fenómeno actúa como una barrera invisible que desvía o debilita los ciclones, obligándolos a buscar rutas más estables hacia el Atlántico norte.

La transición climática también está desempeñando un papel fundamental. El año comenzó bajo la influencia de El Niño, que tiende a incrementar la cizalladura en el Atlántico y reducir la formación de tormentas. Sin embargo, en los últimos meses se ha registrado un rápido paso hacia condiciones de La Niña, que reduce la cizalladura en el Atlántico central y oriental. Este cambio ha favorecido la formación de ciclones más al este, donde naturalmente tienden a recurvar hacia el norte antes de acercarse al continente americano.
Finalmente, la Oscilación del Atlántico Norte (NAO) se ha mantenido en fase positiva durante gran parte del verano, lo que ha generado vientos del suroeste en el Atlántico. Este patrón empuja a los huracanes hacia el norte y noreste, consolidando la tendencia observada. En conjunto, estos factores explican por qué 2025 está siendo un año en el que los huracanes cambian de rumbo, siguiendo trayectorias más seguras para el Caribe, pero más inciertas para el Atlántico norte y Europa occidental.
Los expertos advierten que este comportamiento podría repetirse en los próximos años si persisten las anomalías térmicas oceánicas y la variabilidad climática global. De momento, el Atlántico norte se ha convertido en el nuevo escenario principal de los huracanes, una señal más de cómo el cambio climático y las alteraciones en los patrones atmosféricos están reescribiendo el mapa de las tormentas tropicales.




