Sorrento: De los Griegos a Caruso, pasando por los Romanos
Un largo fin de semana para descubrir las perlas de Campania
Por Massimo Terracina
Numerosas canciones han sido dedicadas a Sorrento en todas las épocas —“Là dove il mare luccica e spira forte il vento…”— y cada nota nos remite al legendario tenor Enrico Caruso.
Justo antes de llegar a Sorrento, en el municipio vecino de Sant’Agnello, se alza un verdadero tesoro de la hospitalidad: el Hotel Mediterraneo, un establecimiento cinco estrellas con vistas al golfo y paisajes que abarcan el Vesubio, Nápoles, Capri, Punta Campanella y las islas del archipiélago Li Galli.
La casa de la abuela Etta
El hotel nació de la transformación de la casa de la “abuela Etta”, hermana del célebre armador Achille Lauro, convertida por sus seis hijos en el Hotel Terminus.
«Mi bisabuela convirtió su casa en hotel, y tras una larga historia, lo renovamos por completo en 1999, convirtiéndolo en esta joya cinco estrellas», explica Pietro Monti, director de marketing.
Con solo 61 habitaciones (incluidas 4 junior suites y 4 familiares), el Mediterraneo conserva un estilo acogedor, casi de otra época, pero con una energía contemporánea. La piscina y el jardín de invierno, el Sky Bar Vista, el restaurante Vesuvio, el spa Le Pietre y una atención meticulosa a la hospitalidad sorrentine son sus sellos distintivos.
Sorrento como Miami y Nueva York: la vida en la azotea
«Abrimos la azotea para compartir esta vista inigualable del golfo», comenta Francesco Monti, director residente. Allí, los huéspedes disfrutan de finger food, música en vivo, DJ sets, y una atmósfera vibrante durante el atardecer, antes de cenar en el restaurante liderado por el joven chef Nicola Celentano. También destaca la “pizza Sorrento” del maestro pizzero Benito Iaccarino, con combinaciones originales: semillas de calabaza, ricotta, limón, entre otras.

Explorar Sorrento
Más allá del famoso filme “Pane, Amore e…” con Sophia Loren y Vittorio De Sica, Sorrento se revela como una joya viva. Desde Piazza Tasso, en una terraza de toba, se despliega una red de acantilados y vegetación. «Caminar y descubrir la ciudad es esencial», dice Monti. Calles pintorescas, cítricos, cerámicas de mayólica, tiendas locales y vistas al mar componen el escenario.
Marina Grande se ha transformado en un pintoresco rincón de casas de colores y restaurantes; Marina Piccola, en tanto, es el puerto que conecta Sorrento con la costa y las islas.
Experiencias culinarias locales
En Campania, la comida es arte, y esto se refleja en la propuesta del Terrazza Mediterraneo Bistrot, donde se sirve cocina italiana auténtica con productos nacionales, incluso el caviar de la provincia de Brescia. Desde carciofi alla giudia hasta la clásica parmigiana napolitana, el menú guiado por el chef Alessandro Bisconti representa la riqueza gastronómica del país.
Por su parte, el Restaurante Panorámico Vesuvio ofrece una experiencia más sofisticada. El chef Nicola Celentano reinterpreta ingredientes locales IGP y DOP en creaciones como el “Signature Vesuvio” o el “Finto Pomodoro”, un tomate falso que esconde una mousse de parmigiana. Y para los que prefieren lo clásico, destaca el “Oro di Mare”: linguine de Gragnano con erizos, navajas, hinojo y brócoli.
Aprender y saborear
Los huéspedes pueden aprender a hacer pizza con Benito, probando combinaciones como queso con cáscara de limón de Sorrento o flores de calabacín con stracciatella. «La pizza de Sorrento es más ligera que la napolitana, con borde bajo y rebanada crujiente», explica.
También se puede asistir a una clase con Tersa, en la heladería Bouganville, para aprender a hacer helado artesanal sin máquinas especiales.
Playa y mar
Un ascensor excavado en la roca lleva desde el hotel a la playa privada La Marinella, donde se puede disfrutar del mar o embarcarse en un tradicional gozzo rumbo a Capri, Positano o Amalfi.
Una historia completamente diferente
Así se entiende el eslogan del hotel: “a whole different story”. Porque quienes visitan el Hotel Mediterraneo se llevan en los ojos una nueva luz sobre todo lo que Campania, tan a menudo subestimada, puede ofrecer al viajero curioso.




