Qué debes saber sobre los programas de fidelización de aerolíneas y sus trampas ocultas
Los programas de fidelización de aerolíneas prometen ventajas, pero cada vez son más complicados. Descubre qué beneficios ofrecen, sus trampas ocultas y los sweet spots que aún valen la pena
Los programas de fidelización de aerolíneas han cambiado: de prometer viajes gratis y upgrades fáciles a convertirse en un sistema lleno de reglas y devaluaciones. Aun así, sobreviven algunos sweet spots que justifican la paciencia del viajero frecuente.
Los programas de fidelización de las aerolíneas han marcado la forma de viajar en las últimas décadas. Nacieron con una promesa sencilla: volar, acumular millas y canjearlas después por billetes, regalos o mejoras de clase. Una idea tan atractiva que muchos viajeros llegaron a sentir que su lealtad a una compañía podía abrirles las puertas del mundo. Pero en 2025 la realidad es distinta: lo que antes era un premio accesible, hoy se ha convertido en un sistema lleno de condiciones, devaluaciones y reglas cada vez más opacas.
Los programas que marcan el rumbo
Entre los más prestigiosos destaca Flying Blue de Air France-KLM, elegido por segundo año consecutivo como el mejor programa de fidelidad del mundo por World’s Best Airline Rewards Programs. Su mayor fortaleza son los Promo Rewards, descuentos de hasta el 50 % en canjes que, con algo de suerte, permiten viajar a precios en millas muy competitivos. Sin embargo, ha sufrido devaluaciones que lo han hecho menos generoso de lo que fue.
En América Latina destacan Avianca LifeMiles y Copa Airlines ConnectMiles, ambos dentro de Star Alliance. Sus beneficios abarcan desde upgrades hasta mayor franquicia de equipaje, y su conectividad regional los convierte en una opción natural para quienes vuelan con frecuencia. Aeroméxico Rewards, por su parte, mantiene atractivo gracias a que sus puntos nunca expiran, algo cada vez más raro en la industria.
En España, Iberia Club —la evolución de Iberia Plus— cambió en 2025 la forma de calcular el estatus: ahora depende de euros gastados y no de millas voladas. Una medida que aporta transparencia, pero que también obliga a gastar más para subir de nivel. Air Europa SUMA ofrece ventajas en niveles Silver, Gold y Platinum, con acceso a salas VIP, upgrades y recogida prioritaria de equipaje, aunque con una limitación clara: las millas caducan tras 24 meses de inactividad.
Ventajas que convencen… y realidades que frustran
No cabe duda de que estos programas todavía aportan valor. Acumular puntos para un billete, acceder a una sala VIP en una escala larga o viajar con más equipaje sin pagar extra son beneficios que cambian la experiencia de volar. Para los clientes más fieles, alcanzar un nivel élite genera una sensación de reconocimiento que refuerza la relación con la aerolínea.
Pero la otra cara es menos amable. Las exigencias de las aerolíneas para subir de categoría son cada vez más duras y dependen no solo de volar, sino también de gastar más dinero en servicios adicionales. La disponibilidad de billetes premio es escasa, sobre todo en temporada alta, y los canjes requieren más puntos que antes. El valor económico de cada milla o Avio se ha vuelto incierto: lo que ayer alcanzaba para un vuelo transatlántico hoy apenas basta para un trayecto corto. Y muchas veces, al sumar tasas y recargos, el supuesto “viaje gratis” cuesta casi lo mismo que pagar en efectivo.
Los “sweet spots” que aún salvan la experiencia
Aun con todas estas críticas, sobreviven canjes que justifican la fidelidad. Iberia Club, por ejemplo, permite volar en clase Business de Madrid a San Juan de Puerto Rico por unas 40.500 Avios en temporada baja. Si se compara con el precio real del billete, el ahorro sigue siendo notable. También existen rutas cortas entre Estados Unidos y el Caribe desde 9.000 Avios, ideales en trayectos donde las tarifas suelen ser desproporcionadas.
Flying Blue conserva parte de su magia gracias a los Promo Rewards, con descuentos mensuales que pueden reducir a la mitad el coste en millas hacia determinados destinos. El secreto está en la flexibilidad: reservar con antelación y adaptarse a las fechas disponibles.
Estos sweet spots son como pequeños tesoros escondidos que premian al viajero paciente y conocedor. Demuestran que, con estrategia, aún es posible sacar provecho a programas que muchos dan por agotados. Pero también confirman que la fidelidad ya no se mide en kilómetros recorridos, sino en la capacidad de adaptarse a un sistema que cambia constantemente.
En definitiva, los programas de fidelización de aerolíneas no han perdido su valor del todo, pero ya no son el “premio fácil” que fueron hace unos años. Exigen más gasto, más estrategia y más flexibilidad. Hoy, la verdadera lealtad no está tanto en volar siempre con la misma compañía, sino en aprender a jugar inteligentemente con sus reglas antes de que vuelvan a cambiar.




