Entrevista a Felipe Pimentel Hernández (Thimo), artista gráfico dominicano
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Aunque su nombre real es Felipe Pimentel Hernández, al artista gráfico dominicano todos parecen conocerlo por su alias, Thimo. Con un currículum variado, que incluye estudios de Medicina y labores de ceramista, fotógrafo y crítico de arte, entre otras, el importante activista cultural conversó con Caribbean News Digital sobre sus viajes a Cuba y su relación especial con la ciudad de Camagüey, la cual, a su juicio, se ha desarrollado considerablemente a lo largo del tiempo.
¿Puede explicarnos por qué está en Cuba y qué hacía en Camagüey?
-En los años noventa empecé una relación de amistad con José Rodríguez Fuster por el tema de la cerámica. Esa relación me trajo por primera vez a La Habana, esa maravillosa ciudad tan rica en arte y cultura. Como me encanta la fotografía, vine las primeras veces a tirar fotos de la vieja Habana y de todo lo que encontraba por acá.
Luego los lazos se fueron estrechando. Un día me invitaron a un seminario internacional de Raku en La Habana con Amelia Carvallo. Entonces conocí a un artista y ceramista camagüeyano que se llama Oscar Rodríguez Lasseria y en ese espacio nos planteamos la posibilidad de hacer un evento internacional en Camagüey, de donde nacieron los simposios de cerámica de arte de esa ciudad.
Ya para finales de año va a celebrarse el noveno seminario-taller. Junto con esta actividad, desarrollamos un evento mundial que se llama Trienal Internacional del Tile Cerámico, cuya quinta edición se celebrará en 2014. En la edición anterior, celebrada en el Centro Cultural Eduardo León Jiménez, en República Dominicana, participaron 356 artistas de 91 países. Este año pretendemos superar la cifra de 91 países, aunque vamos a reducir un poco los participantes.
Ambos eventos, el Simposio Internacional de Cerámica de Arte de Camagüey y la Trienal Internacional del Tile Cerámico, se hermanaron y estuve a cargo de las relaciones públicas del primero porque en esa ciudad había algunos inconvenientes con la comunicación con otros países. Nunca he faltado a esos simposios, por lo que hace ocho años, dentro de las celebraciones de una de estas actividades, el gobierno de Camagüey me distinguió con una condecoración y con algo que para mí es de alto honor, que se llama Espejo de Paciencia. Desde entonces me nombraron hijo adoptivo de la ciudad.
Cuando se llevaba a cabo la celebración de los 500 años de la villa, la gobernación de la ciudad pidió formalmente mi presencia como invitado especial. Este evento tuvo lugar los días 1,2 -día del aniversario- y 3 de febrero, en la ciudad de Camagüey.
Al llegar a La Habana hice estancia en casa de José Rodríguez Fuster y el 1ro nos dirigimos a Camagüey, donde estuvimos las siguientes fechas. Fue un reencuentro con los amigos, porque cada año que voy fortalezco más la relación, sobre todo con los del mundo del arte y la cultura. Siento especial satisfacción de contribuir con un grupo de danza que se llama Endedance, que también he apoyado desde Santo Domingo, procurando aportar ayuda económica o de cualquier tipo. El esposo de Tania Vergara, directora de esta escuela de danza contemporánea, es ceramista y muy amigo mío, y viaja a Santo Domingo con la misma frecuencia que voy a Camagüey.
Ha sido un grupo de situaciones coyunturales que han fortalecido las relaciones interculturales y de amistad. Por ejemplo, cuando llegué a Camagüey por primera vez, los hijos de Oscar Rodríguez Lasseria eran niños; hoy en día son artistas consagrados de la ciudad y profesores de la escuela de arte. Oscar Rodríguez Martínez y Leonardo Rodríguez Martínez son dos artistas, orgullo de su padre, el gran maestro de la cerámica en Camagüey.
Hablando de su vida, usted es médico de formación, pero ha tenido una larga trayectoria profesional en otras lides que no son las de la medicina, y fue director de la Oficina de Turismo de República Dominicana. ¿En qué año fue esto?
-En 1986. Fui citado por el entonces ministro de Turismo, Fernando Rainieri, quien me pidió ayuda para organizar la Oficina de Turismo. Ya estaba retirado de la medicina y me habían ofrecido estudiar cerámica en Israel. Entonces, el ministro me pidió que dirigiera la Oficina por lo menos seis u ocho meses. En aquella época solamente ocho o nueve mil españoles visitaban la República Dominicana, pero hoy el número se ha multiplicado 20 o 25 veces. Lo que pudo haber sido una estancia corta de ocho meses se convirtió en una larga estadía de cinco años.
De 1986 a 1990 me desempeñé como director de la Oficina de Turismo y, junto con el trabajo original que estaba haciendo el ministro Rainieri, favorecimos el establecimiento de lazos, sobre todo con la parte empresarial española, que empezó a abrir hoteles en la zona de Bávaro -las cadenas hoteleras españolas RIU y Barceló fueron a Santo Domingo. También se establecieron relaciones con los italianos en la zona de Bayahíbe.
Lo más importante en esa época era la feria FITUR. De ahí viajábamos a la Feria Internacional de Milán, ITB Berlín y también íbamos a Francia. O sea, era un periplo que empezaba a promover el destino turístico República Dominicana.
Cuba es el único país del Caribe que en este momento está promocionando las ciudades patrimoniales como circuito turístico, a pesar de que hay en la región villas que han sido fundadas mucho antes. ¿Qué opina del esfuerzo que han hecho las autoridades cubanas para que las ciudades V Centenario sean una ruta y se esté promocionando el turismo en la isla de esta manera?
-Como es conocido, nosotros celebramos los 500 años de la ciudad de Santo Domingo, primada de las Américas. Pero en Cuba se ha formalizado la celebración de los 500 años de fundación de las villas realizando eventos internacionales, eventos con todo el acervo cultural, con toda la riqueza cultural que tiene cada una de las ciudades patrimoniales. Este año celebra también la de Sancti Spíritus, en 2015 lo hará Santiago de Cuba, y ya se está hablando de los 500 años de La Habana, que van a ser algo grandioso.
Considero maravillosa la ruta de celebración de los 500 años porque es un motivo interesante, no solamente para celebrar, sino para que esos pueblos, como ha pasado en Camagüey, den un salto cualitativo y cuantitativo enorme al conocimiento exterior.
He estado yendo a Camagüey consecutivamente cada dos años y me he dado cuenta de la diferencia que se advierte en todo, en las calles, en la actividad cultural y recreativa, en la forma en que el pueblo va asimilando la protección de esos acervos culturales que tiene y en el tratamiento que se le da al extranjero, a la persona que va de visita. Además, casi todos los días llegan vuelos internacionales directamente a la ciudad. Es invaluable lo que este pueblo ha ganado a lo largo del tiempo.
En uno de los primeros simposios que se realizaron en Camagüey, alquilamos un avión en Santo Domingo para traer a 22 artistas dominicanos. Cuando aterrizamos en el aeropuerto, se nos acercaron dos jeep militares que fueron escoltándonos hasta que el avión se detuvo. Entonces hubo muchos mecanismos de seguridad, porque no era usual que llegaran aviones extranjeros a esta ciudad.
Los cuatro días que duró el simposio el avión se mantuvo esperándonos, de tal suerte que los pilotos participaron en el evento y estuvieron trabajando cerámica, y es que había muy pocas que hacer, pocos restaurantes, el museo estaba deteriorado, etc.
Sin embargo, lo que hoy podemos ver en Camagüey es una expresión del trabajo realizado por el gobierno local. La persona encargada de trabajar por la ciudad en estos últimos ocho, diez o doce meses ha sido determinante. La felicito de todo corazón. No conozco al señor José Tapia, quien está dirigiendo todo el proceso, pero me gustaría la próxima vez tener la oportunidad de saludarle. Nunca antes había oído al pueblo mencionar el nombre de la persona que está encargada de trabajar por Camagüey, y en esta ocasión, sentado en un restaurante, pude escuchar a la gente hablando bien de lo que este hombre ha hecho en poco tiempo y cómo se preocupa por la ciudad. Ya tienen hoteles; de hecho, están abriendo un maravilloso hotel de 5 estrellas al final de la calle República; tienen plazas, así como las esculturas de Marta Jiménez, esa excelente escultora camagüeyana.
Tuve el placer de acudir a la exposición de Flora Font, que es también una pintora y escultora camagüeyana, y visitar los trabajos de la feria. Cada vez que voy me ocurre lo mismo que con Fuster, me siento como en casa, me siento bien compenetrado con ellos.
El acto de apertura que se hizo en Camagüey el día 1ro por la noche fue espectacular, excelente la dirección realizada por un señor que era vecino mío cuando vivía en esta ciudad. Su padre se encontraba en lecho de muerte, y falleció al otro día de la función; sin embargo, él se entregó totalmente a esa actividad que no tuvo una sola falla, un acto muy complejo porque actuaron diversos grupos. Y fue espectacular, comparable con una inauguración, con una apertura de Juegos Olímpicos, salvando las distancias, pero con una ilación, con una estructuración de trabajo diferente, que sorprendió al público.
Sobre sus actuaciones en la investigación arqueológica y sobre su trabajo en la unión de la arqueología y el turismo submarino quisiera preguntarle: ¿Cómo se promociona un destino enterrando esculturas submarinas? ¿Podría explicarnos en cuatro palabras cómo surge esta idea?
-Desde hace más de 40 años, he sido especialmente tocado por la arqueología. No soy arqueólogo, soy un aficionado, una persona a quien le gusta preservar el patrimonio, luchar porque este permanezca en el país. Entonces, tomando como base lo que he recolectado por mucho tiempo, se me ocurrió la idea de presentar al grupo Punta Cana un museo submarino.
Estoy haciendo esculturas en ferro-cemento que son colocadas bajo el agua con la colaboración de una señora alemana-colombiana que trabaja para la Fundación Ecológica Punta Cana. Doña Susan nos ha ayudado a ubicar estas esculturas en sitios estratégicos, donde hay buena visibilidad para que los visitantes -usando snorkels- puedan ver y conocer un poco más de nuestra historia arqueológica.
¿Cuánto ha podido costar este proyecto?
-Este proyecto fue costeado por mí, específicamente, y por mi fundación, que se llama Fundación Igneri/Arte y Arqueología. Los igneri fueron los primeros pobladores agro-alfareros que tuvo la isla de La Española antes que los taínos. En realidad no hubo taínos sino arahuacos. El término taíno surge porque cuando los conquistadores se toparon con los aborígenes, estos se señalaban al pecho y decían: “taíno, taíno”, lo que en su lengua quiere decir “somos buenos”. Aunque se les quedó como nombre, todos eran arahuacos, y dentro de ellos se encontraban los igneri.
En principio, la fundación costea todas las esculturas, con un valor aproximado de más o menos 350 mil dólares. Es un aporte que hicimos, porque nosotros nacimos con la zona o la zona nació con nuestro trabajo. El primer hotel que abrimos en Punta Cana lo diseñó mi primo Oscar Imbert, quien diseñó también el Aeropuerto Internacional de Punta Cana.
Entonces me siento comprometido con el lugar. Los ingresos por las obras, los murales que he hecho para el Club de Playa de Cap Cana, para el Aeropuerto, para residencias privadas, los he invertido en adquirir algunas propiedades inmobiliarias y además en desarrollar el grupo Punta Cana, con cuyos miembros mantengo excelentes relaciones desde hace mucho tiempo.