Guayaquil tiene que seguir trabajando en el rescate de su identidad

23 de Julio de 2012 11:35pm
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Guayaquil tiene que seguir trabajando en el rescate de su identidad

Durante la recién concluida feria Guayaquil Gastronómico, primera experiencia de esta naturaleza que se realiza en esa ciudad ecuatoriana, CND tuvo la ocasión de conversar con un personaje singular, Gino Molinari, primer concejal del municipio, animador principal de este evento y un hombre que encanta a quienes lo conocen, pues vive directamente de sus ilusiones y se esfuerza cada día por hacerlas realidad.

Gino, ¿cómo has llegado a ser lo que eres?

-Comenzaré por algo que los españoles van a reconocer: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo…”.  Eso es, un soñador, pero un soñador en acción.

Prefiero ser el Quijote, que le ha puesto mucha acción a su vida y que ha hecho muchas cosas, y de plano me siento muy contento y satisfecho con todas las realizaciones que la vida me ha dado en mis 55 años. Ya sé que estás pensando que parezco menos, pero claro, tengo un niño interior y un Quijote vigente a cada instante y un sueño nuevo. Y ya tengo mi proyecto para la próxima semana y para el próximo mes y para el próximo año.

Sobre Gino Molinari hay que decir que como escritor y como chef es hoy una autoridad en su país, pero también internacionalmente. Ahora se dedica además a la política y es concejal de la presidencia municipal de Guayaquil...

-Soy presidente de la Comisión de Turismo también. Y soy de la oposición -¡es que esa es mi vida!-, pero estoy considerado el mejor concejal y el alcalde, quien es mi amigo, a pesar de ser de la oposición, confía mucho en lo que hago. Y gracias a la ayuda de mis compañeros concejales, que no todos son del mismo partido pero que confían mucho en lo que hago, me han permitido convertir en realidad esta feria.

El éxito se lo debo a la trayectoria de trabajo y de logros que tengo a través del tiempo. Comencé a ser político a los 52 años y cogí el puesto más pequeñito que había, pero el que le da significación al puesto es uno. Querían que fuera asambleísta y dije no, yo me quedo en Guayaquil, y me inscribieron como el primer concejal por el Movimiento Alianza País.

Guayaquil es una ciudad que se ha tornado diferente. En los últimos veinte años ha cambiado su fisonomía, su semblanza y la vida de sus ciudadanos. Todo esto es debido, según se comenta, al alcalde presidente en este momento. ¿Qué opinión tienes de ello?

-Desde luego, ser de la oposición no me hace ser bruto. Es otra forma de ver, nada más. Guayaquil estaba sumergido en el olvido. Y este partido, este grupo humano, que comienza con el ex presidente León Febles Cordero, luego sigue Nebot, levantan la ciudad, y eso no lo puedo dejar de reconocer, sería muy ingrato. Siempre digo que ser pobre es una mala condición financiera, pero ser ingrato es una mala condición del alma.

Es una gente que ha tenido un ciclo de gobierno bueno para la ciudad y es hora de que lo releve otro concepto de gobierno más profundo, pero que han hecho una labor buena para la ciudad, es un hecho. Lo dije en el discurso al alcalde: usted y yo estamos en riberas diferentes, pero vamos a hacer como el correntoso río Guayas para sacar la ciudad adelante. Y los dos discursos hablan del amor que tenemos por estas tierras, por nuestra ciudad, por Guayaquil.

¿Qué le falta a la ciudad de Guayaquil en este momento?

-Integración. Libertad. Digo libertad porque ciertamente se ha regenerado una zona importante de la ciudad, se ha rescatado turísticamente. Pero, por ejemplo, cuando yo entré había letreros que decían “nos reservamos el derecho de admisión”, y eso bajo mi concepto no debe ser, porque aquí todos pagan sus impuestos. O sea, ¿cuál es el derecho de admisión? A los grupos LGBT, ¿tú le preguntas a alguien que paga los impuestos cuál es su sexualidad? No, verdad. Entonces, todos tienen los derechos porque eso es para el pueblo y por el pueblo.

Otra cosa: yo creo en la gente. A la gente hay que enseñarle, no prohibirle. Para vivir bien tenemos que tener cierta disciplina ciudadana, pero también el derecho de salir con un perro y una pala y una funda plástica. No sé por qué no dejan pasear perros por la zona regenerada. Al que tienen que corregir no es al perro.

¿Qué otros aspectos tiene que mejorar la ciudad para ser mucho más amigable?

-Guayaquil es muy amigable, cálida, tierna y provinciana. Somos América. Somos la parte tropical. Para mí le falta volver a ser lo tropical que era antes. Falta tener más identidad de ser guayaquileños y ecuatorianos.

Ahora estaba con unos amigos de Medellín y fuimos a un centro comercial, en el patio de comida, y todos los nombres están en inglés. Hay que rescatar nuestra identidad. Tú no puedes amar lo que no eres, lo que no conoces, lo que no te identifica. Para hablar de un país uno tiene primero que conocerlo. Y por ahí se comienza. Nosotros tenemos que rescatar la identidad y dejar de estar tan colonizados espiritualmente.

Esta ciudad también ha vivido una reconstrucción social muy importante, convirtiendo barrios altamente peligrosos en barrios sociables. ¿Cómo se consigue eso?

-Eso se consigue con trabajo, con inclusión, con equidad, con igualdad de género, con respeto al ser humano, con la proyección del ser humano como ser humano, y con cultura.

Sin embargo, hay un detalle importante: Ecuador tenía una serie de impuestos que antes eran distribuidos de acuerdo con la voluntad de cada ecuatoriano para las inversiones públicas que fueran necesarias. Esa forma de repartirlos ha cambiado, ¿ha perjudicado a Guayaquil eso?

-Para nada. Ha beneficiado a un país. Por eso soy parte de este gobierno. El petróleo hoy se queda para los ecuatorianos, está en la inversión en salud y educación. Nuestro país, antes del presidente Correa, era tercermundista, con carreteras del Tercer Mundo.

No tenemos el Sucre, estamos dolarizados. Pero lo primero que comenzó el presidente fue a hacer carreteras y aeropuertos, o sea, en primer lugar a trabajar en lo que es la comunicación, tan necesaria e importante en este siglo que vivimos para desarrollarnos cultural, emocional y financieramente.

Y digo emocional porque antes aquí la gente no hacía turismo interno. Te quedabas en tu barrio o en tu casa. Los que podíamos viajar, una minoría, lo hacíamos, pero nadie pensaba nunca en Ecuador, porque las carreteras eran tan malas o los accesos a los aeropuertos que existían no estaban habilitados. Eran edificios vacíos, pistas vacías. El gobierno actual modernizó, arregló y creó un nuevo sistema aéreo, líneas que sirven a diferentes regiones y, desde luego, hay carreteras que hoy nos permiten viajar seguros por todo el país.

Pasando a hablar ahora de la feria. Gino ¿cuál ha sido el punto de vista para potenciar la celebración de un evento como éste?

-Le dije hace tres meses a Jaime Rull: vamos a hacer este festival, es un proyecto en el que creo, ya lo decidí. Y me dijo: bueno, pero, ¿tres meses para un festival? Le pregunté, mirándole a los ojos, ¿es imposible hacerlo? No, me dice, no es imposible, es difícil. Entonces vamos a hacerlo, contesté. Así soy, así he sido toda mi vida. Así me identifico. Yo creo profundamente que las cosas, cuando les pones todo tu corazón y energía, van a salir.
    
Es un festival internacional por sus conferenciantes, pero aún faltan los expositores, ¿qué crees que tienen que hacer para el año que viene?

-Tiempo, factor tiempo. Porque le tenía que agradecer a mis amigos. Primero a la Asociación de Chefs del Ecuador, que es incondicional conmigo porque soy uno de sus socios fundadores. También soy vicepresidente de la Asociación de periodistas gastronómicos latinoamericanos. Entonces ahí comienzan las llamadas telefónicas y los amigos a actuar.

La gente de Mistura, Bernardo Rocarrey, habíamos estado hablando con Gastón Acureo en octubre. Le dije te voy a invitar y Bernardo me dijo: ¿cuándo? No sé, respondí: Te voy a invitar y te vas a venir a Ecuador. Y lo llamé y aquí ha estado Bernardo Rocarrey, uno de los creadores de Mistura. La Colegiatura, que todos los años me invita a la Feria Otro sabor, aquí están. Como también están ustedes.

Es alzar el teléfono, llamar a los amigos y decirles: oye, apóyame. Y tener gente que cree en ti, que es el público que me conoce en el día a día. Yo no trabajo para una estación de UHF, sino para televisión nacional, una televisión abierta, que ven las cuatro regiones de Ecuador. Me conocen en el hemisferio sur y en el norte. Tenemos una gran conexión por lo que nos podemos ver y comunicar. Aquí hay gente de todas partes del Ecuador.

Pero no se ve un respaldo oficial, desde el punto de vista gubernamental, a este tipo de eventos. ¿Qué pasa con Guayaquil Gastronómico, va a seguir este mismo camino de no tener apoyos oficiales, nacionales?

-Jaime Rull tiene todo el apoyo del municipio de Guayaquil, del cantón, del alcalde y del presidente de la Comisión de Turismo de la ciudad. Nosotros trabajamos por Guayaquil para a través de Guayaquil abrirnos al país. La política del Ministerio de Turismo debería ser nacional, pero de repente nos ve tan eficientes que se olvidó de nosotros.

Hemos hablado de qué ha sido la feria, de cómo se planteó, de qué le puede faltar todavía en posición internacional. Al margen de esto, ¿qué necesita Guayaquil para poder ofrecerle el espacio a la parte de la provincia que no está representada en este momento?

-Tiempo, tiempo. Yo hago televisión, y no solo hago programas de cocina y revistas familiares. Hago películas, novelas. Y les dije en la rueda de prensa que esta feria es solamente un piloto, y veremos dónde estamos fallando para hacer las cosas bien. El próximo año, que comienzo a trabajarlo exactamente el 17 de julio, es para posicionarnos ya, y espero verte el próximo año y que compruebes cómo hemos crecido.

Sobre el sector LGBT me hablabas antes y me comentabas como muy de pasada que tenía sus restricciones dentro de la sociedad guayaquileña. ¿Ahora es un sector abierto?

-A ver, la Constitución hoy ampara todo tipo de minorías y deplora todo tipo de discriminación. Creo que la gente, la comunidad LGBT, son ciudadanos del mundo, como son los afrodescendientes, los asiáticos, como somos los cocineros, los calvos... Somos ciudadanos del mundo. O sea, si las minorías se unieran, seríamos la mayoría. Y eso es lo único que importa. Muchas veces se ha tachado al alcalde de homofóbico. Creo que la mentalidad latinoamericana, gracias a Ricky Martin, ha ido cambiando.

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