México volverá a celebrar a fines de mes su Día de Muertos, con altares y calaveras de azúcar
México. El Día de Muertos es una de las fiestas más importantes de este país, en la que se rinde homenaje a los difuntos. Aunque las tradiciones varían de un Estado a otro, comparten características uniformes que convierten esta celebración en una manifestación increíble de cultura y tradición.
Desde tiempos prehispánicos, se tiene la creencia de que las almas vuelven a visitar a sus familiares y comen y beben como hacían cuando estaban vivos. Los familiares les brindan ofrendas, en altares decorados típicamente con cempasúchil, velas, fotografías de los difuntos, y sus comidas y bebidas favoritas junto con otros objetos.
Las calaveras son una parte importante de la celebración del Día de Muertos. Originalmente, las calaveras y los esqueletos eran representados en el arte prehispánico mexicano, particularmente en la civilización Azteca. Las calaveras además son pieza importante en la configuración del altar, que se decora con diferentes colores. Los nombres pueden añadirse a las calaveras y los niños se los intercambian con los amigos.
Otro básico en esta fiesta es el pan de muertos, hecho con anís, azúcar, mantequilla, huevos, harina, levadura y piel de naranja, y decorado con tiras simulando los huesos. Es una tradición de las familias reunirse para compartir el pan en recuerdo de sus familiares desaparecidos. Otro postre tradicional es la sabrosa calabaza en tacha, preparada con canela y azúcar moreno.
El uso de la calavera va más allá del Día de Muertos. En el siglo XIX el artista mexicano José Guadalupe Posada (1851-1913) usó esta imagen en referencia la inestabilidad política del país durante su época, representando a los políticos y a las figuras legendarias en un mundo de esqueletos y calaveras. Produjo más de 900 ilustraciones durante su vida, que todavía son usadas. Uno de sus dibujos más famosos es La Catrina.
Mientras la nación entera celebra el Día de Muertos, algunas de las manifestaciones de mayor interés tienen lugar en Janitzio, Michoacán; Ciudad de Oaxaca, Oaxaca; y en Mixquic, a las afueras de Ciudad de México. Otras celebraciones dignas de mención las encontramos en Mérida, Yucatán; Huejutla, Hidalgo; Chiapa de Corzo, Chiapas; y Jesús Maria, Nayarit.
Oaxaca, estado de Oaxaca
Para disfrutar de una de las manifestaciones más coloridas y mágicas del Día de Muertos, hay que visitar la ciudad de Oaxaca. Los mercados locales se llenan de actividades y preparativos, y se colocan imágenes de esqueletos juguetones en los escaparates de las tiendas y en las ventanas de las casas. El festival comienza normalmente el 31 de octubre, cuando las familias rinden homenaje a sus antecesores con altares muchas veces construidos cuidadosamente a mano. Con el paso de los años, los altares se han recubierto con objetos de arte, convirtiendo la celebración en una auténtica exhibición.
Durante los tres días, las ciudades organizan actos en el Cementerio de San Miguel, en el que se hacen exhibiciones, competiciones entre altares, música y rezos para los difuntos. En el Zócalo de la ciudad de Oaxaca (plaza principal) grupos de estudiantes compiten en la elaboración de gigantes moldes tridimensionales que representan tumbas, esqueletos y otros aspectos de la muerte.
Otro de los pilares principales de esta fiesta en Oaxaca es el mole negro, una salsa que lleva más de 20 especias y considerada “la reina de las moles” en la región. Típicamente servida en tamales, esta sabrosa pasta es disfrutada tanto por los vivos como por los muertos. Para más información visitar http://www.oaxaca.gob.mx/.
Janitzio, estado de Michoacán
En el corazón del sur del estado de Michoacán está el lago Pátzcuaro, en el que se encuentra la isla de Janitzio. Esta isla de alrededor de 1.500 habitantes es célebre por su impresionante y colorida celebración de Día de Muertos. Muchas familias hacen sus propios cempasúchils con el pensamiento de que es mucho más apropiado para sus ofrendas. Las plazas se llenan de puestos que ofrecen todo tipo de coloridas figuras que hacen alusión a la muerte, las más populares están hechas de azúcar.
Por la noche, los barcos se decoran con velas y flores y llevan a los lugareños y los visitantes hacia el cementerio de la isla. Pasan allí toda la noche convocando a sus muertos para que vengan a la celebración con el sonido de campanas, los cánticos y el olor del incienso. Al día siguiente, los pescadores reman con sus canoas alrededor del lago haciendo un espectáculo con sus redes.
Cuando cae el sol, empieza el baile. La Danza de los Viejitos, originaria del estado de Michoacán de los tiempos prehispánicos, es un ritual en honor al sol. Para ir a la isla es necesario hacerlo en pequeños barcos que hacen el trayecto durante todo el día. Para más información visitar http://www.michoacan.gob.mx/ .
Mixquic, Ciudad de México
A más de 40 km. al sureste de la Ciudad de México, se encuentra la aldea de Mixquic, un imán para los lugareños y los visitantes durante estas fechas. El área adquiere un ambiente de festividad en los últimos días de octubre en los que los comerciantes ponen sus casetas en las calles para vender su cerámica del Día de Muertos. En el cementerio, todas las lápidas y parcelas de los familiares se embellecen de forma minuciosa con una gran variedad de delicias terrenales con la esperanza de atraer a los espíritus que se fueron.
En los hogares, las familias le dedican al difunto un altar donde colocan su fotografía, queman incienso en bracerillos de barro cocido, colocan sus alimentos y bebidas favoritas y lo decoran con papeles de colores, veladoras y flores junto a imágenes cristianas como un crucifijo y la virgen de Guadalupe.
En el oscuro descenso hacia Mixquic, el brillo de miles de velas ilumina el camino hacia los muertos. A media noche se les llama a casa con un afligido redoble de campanas. Entonces cada alma es rememorada con cariño recitando el Rosario. Para más información visitar www.tlahuac.df.gob.mx/turismo/ .
Cada Estado del país rinde homenaje a sus difuntos con señas de identidad propios, pero todos ellos coinciden en la vistosidad y en la inigualable demostración de cultura y tradición que representan estos ritos. Una costumbre mexicana que reúne a amigos y familiares, no sólo para recordar a los difuntos, sino también para el disfrute de todos aquellos que están vivos. Una festividad no para reírse de la muerte sino para reírse con ella.