Sudáfrica: Seis meses después del Mundial, un balance con luces y sombras
Sudáfrica. Seis meses después del Mundial de fútbol, esta nación hace balance de un evento planetario que, a pesar de haber mejorado su ego e imagen internacional, dejó tras de sí gastos faraónicos, estadios en desuso y un crecimiento menor de lo esperado.
La competición atrajo a más de 300.000 visitantes a un país eufórico que vivió, entre el 11 de junio y el 11 de julio, una gran fiesta de fraternidad multirracial.
Los extranjeros gastaron además unos 400 millones de euros (530 millones de dólares), lo que supuso medio punto más de crecimiento económico, que lleva a 3% el total de 2010, más de un punto por encima del año anterior (1,9%).
“Sin el Mundial, este período de recuperación tras la recesión habría sido más difícil. Además, nos proporcionó un sentimiento de orgullo nacional y de confianza en nuestras propias capacidades”, estima Gillian Saunders, de la auditora Grant Thornton.
Pero no todos los analistas están de acuerdo y algunos consideran que las consecuencias económicas del Mundial no cumplen las expectativas.
“El país ganó un poco de dinero, es cierto, pero mucho menos de lo que estaba previsto”, asegura Mike Schussler, director de la auditora Economists.co.za, quien recuerda que Sudáfrica esperaba la visita de medio millón de visitantes, de los que finalmente vinieron 200.000 menos.
El beneficio para las empresas también fue menor de lo esperado. Entre los cien clientes más importantes de la auditora KPMG, sólo el 22% considera que sacó beneficios del Mundial, mientras que un año antes el 45% esperaba consecuencias positivas.
Otro factor negativo es la desaparición tras el Mundial de los puestos de trabajo creados en el sector de la construcción: hoy muchos de sus trabajadores forman parte del 40% de desempleados.
Preparar el evento supuso para Sudáfrica unos gastos de 4.000 millones de euros (5.300 millones de dólares) en la construcción de los diez estadios de la competición y la renovación de infraestructuras.
Si seis meses después algunos recintos, como el Soccer City de Johannesburgo, han logrado reconvertirse con partidos internacionales de rugby, fútbol o incluso un concierto de U2, otros no han organizado ningún evento importante desde julio.
Es el caso del estadio de Polokwane, en el norte del país, o el de Port Elizabeth, que cuestan respectivamente, sólo en mantenimiento, 120 y 180 millones de euros al año.
En Ciudad del Cabo, un proyecto entre Sudáfrica y Francia para explotar durante 30 años el estadio Green Point fracasó a causa del riesgo de “pérdidas sustanciales”.
“Hemos ganado un poco de crecimiento económico pero ahora tenemos que pagar los estadios. Hay que admitir la realidad: a corto plazo no se gana dinero con un Mundial”, concluye Mike Schussler.
Sin embargo, las autoridades sudafricanas habían prometido grandes beneficios económicos para justificar las inversiones millonarias, en un país en el que el 43% de la población vive en la pobreza y donde los servicios públicos tienen muchos problemas para financiarse.
Seis meses después del arranque del Mundial, el ministro de Turismo, Marthinus van Schalkwyk, prefiere destacar el efecto positivo que el evento tendrá a largo plazo.
“En ningún momento se trató únicamente de acoger una competición, sino de lograr también un legado para la imagen del país”, explica.
Y es verdad que, gracias al Mundial, durante el cual los sudafricanos olvidaron momentáneamente las divisiones raciales heredadas del apartheid y los problemas de criminalidad, esa nación mejoró su imagen, algo que podría en el futuro atraer más turistas, más negocios y, por qué no, unos Juegos Olímpicos.
“Hoy existe un gran interés por Sudáfrica. Pero este no siempre se materializa. No podemos seguir durmiendo en los laureles, el trabajo continúa”, advierte Michael Tatalias, director de la Asociación de Turismo Austral.




