El golf, el nuevo motor silencioso del turismo de calidad
Durante décadas, el golf fue sinónimo de exclusividad. Hoy, sin perder ese halo de distinción, se ha convertido en un auténtico motor de crecimiento para el turismo de calidad. En un mundo donde los destinos buscan diferenciarse más allá del sol y la playa, el golf aporta algo que pocos productos pueden ofrecer: prestigio, sostenibilidad y un visitante fiel que gasta más, se queda más tiempo y exige experiencias de alto nivel. Según la International Association of Golf Tour Operators (IAGTO), este tipo de viajero gasta entre un 120 % y un 150 % más que el turista medio, y su estancia supera los seis días. Su perfil encaja con la nueva era del turismo: sostenible, experiencial y de alto valor añadido.
España fue pionera en entenderlo. Con más de 400 campos y un impacto económico de €15.397 millones anuales —de los cuales €5.872 millones proceden directamente del gasto turístico asociado al golf—, el país se ha consolidado como líder europeo. Andalucía, Canarias, Baleares, la Costa Blanca y Cataluña forman parte de ese mapa de destinos premium donde el golf se vive como experiencia integral. Campos legendarios como Valderrama o Finca Cortesín o Camiral Golf & Wellness, en Girona,- sede oficial de la Ryder Cup 2031— son embajadores de la excelencia española, capaces de proyectar al mundo una imagen de profesionalidad, clima privilegiado y calidad de servicio. Solo en Gran Canaria, el golf generó en 2024 €198 millones y atrajo a unos 100.000 turistas especializados, demostrando el peso creciente del segmento incluso dentro de regiones insulares.
De España a América: el swing que conecta lujo, paisaje y reputación
El modelo español ha inspirado a toda América, donde el golf empieza a consolidarse como un sector estratégico. República Dominicana es hoy el gran referente regional, con más de 30 campos de golf diseñados por arquitectos de renombre como Jack Nicklaus o Pete Dye. Se estima que entre 250.000 y 300.000 golfistas visitan el país cada año, atraídos por instalaciones de alto nivel y torneos como el Corales Puntacana Championship del PGA Tour.
En Centroamérica, Costa Rica avanza en la integración del golf dentro de su estrategia sostenible, con campos certificados que optimizan el uso del agua y la energía. El mercado de turismo de golf en el país fue valorado en torno a USD 100 millones en 2024, impulsado por resorts como Reserva Conchal y el Four Seasons de Papagayo, que combinan ecoturismo y lujo. En el Cono Sur, Argentina se mantiene como el país con mayor tradición golfística de Sudamérica, con más de 300 campos activos y un mercado estimado en USD 198 millones en 2024. Buenos Aires, Córdoba y Bariloche concentran una oferta que mezcla golf, gastronomía y paisajes únicos, reforzando la identidad argentina como destino deportivo de alto nivel.
También en auge está Colombia, con más de 50 campos y un crecimiento notable del golf femenino y juvenil, mientras Chile combina golf y enoturismo entre los viñedos del Valle de Casablanca. En Panamá, el Santa María Golf & Country Club ha puesto al país en el radar de torneos internacionales, y Uruguay impulsa proyectos boutique donde el golf se funde con el turismo de bienestar. Incluso destinos no asociados históricamente al golf, como Perú, Guatemala o El Salvador, comienzan a descubrir su potencial con campos de diseño y experiencias integradas a la cultura local.
Atraer campeonatos internacionales es mucho más que una cuestión deportiva: cada torneo genera millones de impactos mediáticos y proyecta una narrativa de destino preparado, elegante y hospitalario. El golf no solo aporta ingresos, sino también reputación. Por eso cada vez más países latinoamericanos lo consideran una inversión estratégica: un puente entre deporte, sostenibilidad y desarrollo turístico. América Latina cuenta con clima, paisaje y hospitalidad de sobra para liderar el próximo capítulo del turismo premium. Solo falta una visión compartida para que el gran swing del turismo de calidad tenga acento latino.




