¿Cómo se ha comportado este verano el turismo en España?
por Gabriela Sánchez
Cuando ya corre la recta final del verano. España ya va poniendo sobre la mesa algunas cifras para entender su comportamiento estos meses. La situación muestra una doble cara: por un lado, las cifras confirman que el turismo sigue siendo el motor indiscutible de la economía; por otro, crecen las tensiones sociales y medioambientales ante la masificación y la presión sobre las ciudades y destinos más visitados.
Los primeros seis meses del año dejaron una fotografía inédita: 44,5 millones de visitantes internacionales llegaron a España, un 4,7 % más que en el mismo periodo de 2024. Su gasto alcanzó los 59.622 millones de euros, un salto del 7,5 %. Con este ritmo, la estimación roza los ansiados 100 millones antes de que cierre el año. Tal cifra aportaría unos 260.500 millones de euros, casi el 16 % del PIB nacional, y sostendrá más de 3,2 millones de empleos.
Radiografía al turismo español de verano
En cuanto a los índices hoteleros, grandes cadenas como Meliá, Riu, Barceló e Iberostar han vivido un verano histórico. En julio, la ocupación media nacional fue del 70,6 %, con picos del 88 % en Baleares y Canarias. Las tarifas subieron hasta los 146,5 euros por noche, un incremento interanual del 4–5 %.
Mientras, ha continuado el auge de las viviendas de uso turístico (VUT): en el último año, los apartamentos turísticos crecieron un 25,3 %, sobre todo en 50 municipios, que, en conjunto, representan solo el 21,2 % de la población nacional. La planta hotelera apenas lo hizo en un 2 %.
El resultado ha sido un viejo conocido: el esfuerzo turístico en los mismos territorios: Madrid y Barcelona, destinos de sol y playa en Baleares, Canarias, Costa del Sol o la Costa Brava. La capital se ha consolidado como epicentro turístico. En julio recibió 948.396 visitantes, un 1,8 % más que el año pasado. El dato llamativo es que los turistas internacionales ya representan el 61,3 % del total, con un crecimiento del 10 %.
Por otra parte, las pernoctaciones aumentaron un 8,2 % y el gasto medio diario en junio se disparó a 2.222 euros por persona, un 16,9 % más que en 2024. En ese resultado, ha repercutido positivamente la conectividad aérea: solo en julio, el aeropuerto de Barajas registró 6,17 millones de pasajeros y mantiene 66 rutas hacia Latinoamérica.
De ahí que en materia de mercados, los países americanos han sido claves en el crecimiento del turismo madrileño, representado un 49,3 por ciento del total en el mes de julio. Por su parte, Estados Unidos (106.357) ha mantenido su liderazgo como principal emisor hacia Madrid, seguido por México (43.528), y fuertes crecimientos de Argentina (+28,4%) y Brasil (+27,6%)
La estrategia desde el Ayuntamiento ha hecho un llamado a atraer un perfil de “turista de calidad” y multiplicar iniciativas para descentralizar las visitas, desde rutas gratuitas por zonas periféricas como Te faltan calles hasta herramientas digitales como VisitMadridGPT.
En cambio, el turismo rural resistió con fuerza en plena ola de calor e incendios forestales. La ocupación media este verano ha rondado el 60 %, con Cataluña a la cabeza (72 %), seguida de Murcia (71 %), Madrid (70 %) y Asturias (65 %). Plataformas como Booking.com reportan un aumento del 10 % en las búsquedas de casas rurales respecto a 2024, una señal de que muchos viajeros se han destacado por la tranquilidad frente al bullicio urbano.
El reverso de la moneda
El éxito, sin embargo,ha tenido consecuencias no tan felices. En Barcelona han vuelto a proliferar los grafitis con mensajes como Tourists go home. Asimismo,se han efectuado manifestaciones recientes bajo lemas como “El turismo nos roba pan, techo y futuro”, las cuales reflejan un descontento social cada vez más visible.
La paradoja es evidente: mientras España se consolida como destino mundial de referencia, en algunas calles crece la sensación de que el turismo empieza a ser insostenible. Las instituciones, tanto locales como nacionales, se enfrentan al reto de mantener el motor económico sin romper el delicado equilibrio con la vida cotidiana de los residentes.