Diez destinos que no creen en el sobreturismo y piden visitantes a gritos para impulsar su desarrollo
Foto de portada: Uganda
En un contexto global marcado por el sobreturismo en destinos icónicos como Santorini, Bali o Venecia, comienza a tomar fuerza una tendencia opuesta: la de los destinos afectados por el undertourism, lugares que no solo están preparados para recibir más viajeros, sino que necesitan el turismo como herramienta de desarrollo económico, social y ambiental.
Uno de los casos más llamativos es Madagascar, uno de los países con mayor biodiversidad del planeta y, al mismo tiempo, uno de los menos visitados. Con menos de medio millón de turistas al año, el país ve en el turismo una vía clave para la conservación de su fauna endémica y el impulso de infraestructuras fuera de la capital. El ecoturismo y las rutas en 4x4 están ayudando a distribuir los beneficios económicos hacia comunidades remotas.

Madagascar
En Pakistán, el distrito de Ghizer, en la región de Gilgit-Baltistán, emerge como alternativa al saturado valle de Hunza. Sus paisajes de alta montaña, gastronomía local y proyectos de turismo liderado por mujeres buscan generar empleo y empoderamiento en comunidades rurales. La flexibilización de los visados ha facilitado el acceso y fortalecido el interés internacional.
En el Pacífico, Palau se posiciona como un modelo de turismo sostenible. Este pequeño país insular apuesta por viajeros de alto valor y bajo impacto, con políticas pioneras que obligan a los visitantes a firmar un compromiso de conducta ambiental responsable al entrar al país. El turismo representa cerca del 40% de su empleo privado, por lo que el crecimiento controlado es vital.
A pesar de su enorme riqueza histórica, Irak sigue siendo uno de los países más infravalorados turísticamente. Lugares como la antigua Babilonia o el Zigurat de Ur representan un potencial gigantesco para el turismo cultural. Aunque las advertencias de seguridad siguen vigentes, los operadores locales apuestan por cambiar la percepción internacional y atraer más viajeros interesados en patrimonio y cultura.
En África, Uganda se consolida como uno de los destinos de safari más subestimados. Con menos visitantes que Kenia o Tanzania, ofrece experiencias únicas como el rastreo de gorilas de montaña, que ha contribuido directamente a la conservación de la especie. Los parques nacionales generan empleo local y reducen la dependencia de actividades como la caza furtiva.
En Japón, la ciudad de Tsuruoka busca recuperar su protagonismo histórico a través del turismo gastronómico y el senderismo espiritual. Designada como Ciudad Creativa de la Gastronomía por la UNESCO, promueve una cocina tradicional vegana y experiencias en templos alejadas de las multitudes de Tokio o Kioto.

Palau
Mongolia, con uno de los territorios menos densamente poblados del mundo, apuesta por un modelo de turismo responsable basado en la vida nómada. El uso de yurtas tradicionales y la implicación directa de las comunidades locales permiten que el turismo ayude a preservar tradiciones ancestrales y reduzca la dependencia de la minería.
En Nepal, el circuito de Kanchenjunga, menos conocido que el Everest o Annapurna, representa una oportunidad para redistribuir el flujo de senderistas. Los recorridos por esta región fomentan el turismo de baja densidad, protegen ecosistemas frágiles y generan ingresos en aldeas remotas que aún dependen del turismo de aventura.
En América del Sur, Surinam ha dado un giro estratégico hacia el ecoturismo sostenible, comprometiéndose a conservar el 90% de su selva amazónica. El país busca pasar del turismo de cruceros a experiencias más profundas en la selva, con beneficios directos para comunidades indígenas y pequeñas empresas locales.

Bután
Finalmente, Bután continúa ajustando su modelo de turismo de alto valor y bajo impacto, reduciendo tarifas diarias para atraer más visitantes sin comprometer su filosofía de Felicidad Nacional Bruta. Con monasterios icónicos y paisajes himalayos únicos, el país busca un crecimiento turístico controlado, alineado con su protección cultural y ambiental.
Estos diez destinos muestran que el turismo, cuando se gestiona de forma responsable y sostenible, no solo puede aliviar la presión sobre los lugares saturados, sino también convertirse en un motor real de desarrollo comunitario, conservación ambiental y diversificación económica a escala global.




