El Caribe cultural que conquista viajeros de Martinica a Santo Domingo

25 de Diciembre de 2025 12:00pm
Gabriela Sánchez
Caribe

¿Qué une a Martinica, Puerto Rico, República Dominicana o Guadalupe?  Además de su geografía y, por supuesto, el paraíso idílico de sus aguas, la respuesta llevaría, sin dudas, a su patrimonio cultural. Lo mismo un volcán activo que una fortaleza centenaria, una regata de embarcaciones tradicionales o el sonido de un merengue...todas y cada una de sus expresiones guardan una relación directa con lo que hoy las define. 

Sin renunciar al sol o las palmeras, no hay nada mejor para comprender la esencia de los destinos que ir a sus raíces. Por ejemplo, recorrer la playa Flamenco es definitivamente un lujo, pero si a eso le sumas descubrir de dónde viene el nombre “Borinquen” y por qué todavía los puertorriqueños se llaman boricuas, la experiencia se torna una real inmersión cultural. El Caribe insular guarda  muchas respuestas en murallas, plazas, gastronomía y fiestas, a través de las cuales se narran siglos de historia.

Martinica: del Monte Pelée al carnaval

Este territorio francés de ultramar resulta un ejemplo del equilibrio perfecto entre naturaleza exuberante y cultura viva. Su capital Fort-de-France (Fuerte de Francia) es la que mejor atesora signos afrancesados, sobre todo en su arquitectura y mercados. Mientras, la mesa cuenta la otra parte de la historia, esa que viajó desde África en ollas y cazuelas. 

Al norte de la ciudad, el Monte Pelée se eleva con una silueta imponente, el cual a pesar de ser uno de los volcanes más destructivos del mundo, atrae cada año a visitantes a recorrer sus casi 1400 metros, altura que lo convierte en el punto más alto de Martinica. De hecho, es tal su dimensión que domina el paisaje aún desde playas como Les Salines o su propio centro urbano.

Pero si hablamos de patrimonio intangible de Martinica hay que referirse a la yola, embarcación tradicional adaptada a la navegación costera de la isla. Más que un medio de transporte, supone una expresión de ingenio y destreza marítima, cuya preservación ha dado lugar a regatas y programas comunitarios que transmiten los saberes de la carpintería naval y la navegación.

Guadalupe: a mitad de dos islas

A pocos kilómetros de Martinica, el archipiélago de Guadalupe ofrece similar mosaico de paisajes y culturas. Pero si en Martinica toda su narrativa versaba alrededor de Monte Pelée, en Guadalupe es el río Salée quien marca las pautas. Sus aguas dividen la isla en dos: Basse-Terre y Grande-Terre.

La bienvenida aquí ocurre con zouk, género musical y danzario típico de las Antillas francesas que no hace falta que sean los carnavales o ferias para que suene en las calles. 

Al extremo sur de su capital, Basse-Terre se alza el Fuerte Louis Delgrès o San Carlos, lo que otrora fuera un bastión, hoy ofrece algunas de las mejores panorámicas de la isla. Desde sus murallas, la vista alcanza el sector Rivière Sens y revela por qué este punto fue clave para la defensa de la isla. Aunque, más allá de su función militar, el fuerte es historia viva también desde su propio nombre, en honor al héroe abolicionista Louis Delgrès, símbolo de la resistencia contra la opresión colonial.

Con una premisa similar Memorial ACTe, ubicado en Grande-Terre da vida a un centro caribeño de expresión y memoria de la trata y la esclavitud. A pocos kilómetros, el puerto pesquero Pointe-à-Pitre invita a descubrir La Préfecture, un edificio en forma de U, levantado a mediados del siglo XIX, que fue cuartel, tribunal, arsenal y hoy archivo histórico. Su fachada ornamentada, visible desde la Place de la Victoire, guarda la elegancia de una época en la que el poder militar y judicial se concentraba en un mismo lugar. 

De Borinquen a Puerto Rico

Con poco más de 3 millones de habitantes, Puerto Rico es otra isla hermana del Caribe insular con una cultura patrimonial que merece ser descubierta. Y su historia comienza antes de la llegada de Cristóbal Colón. De hecho, el apelativo con el que aún se les nombra a quienes la habitan, hace honores a su pasado: boricua.

El gentilicio viene de Borinquen, “Tierra del Valiente y Noble Señor” en lengua taína, y con el que se conocía a este pedazo del Caribe. Su huella aún se recuerda también en Punta Borinquen, costa oeste de la isla. Aunque este resulta un enclave natural, pueblos próximos como Adjuntas y Jayuya son algunos de los mejores guardianes de sus tradiciones agrícolas y artesanales.

Para hablar de cultura puertorriqueña hay que empezar por su capital, San Juan, su centro histórico el Viejo San Juan. Allí similar a otras antiguas colonias españolas se conservan sus calles adoquinadas, así como fortificaciones imponentes como La Fortaleza, el Castillo San Felipe del Morro, vigía de la bahía de San Juan y el Castillo de San Cristóbal, el fuerte español más grande de América, los tres reconocidos por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

La primera, también llamada Palacio de Santa Catalina, es el edificio oficial en uso continuo más antiguo de las colonias españolas. Desde que se construyera en 1533 como guardiana del puerto, ha acogido a más de 170 gobernadores de San Juan. 

República Dominicana: la más viva memoria colombina

Hacia el oeste la República Dominicana atesora otras tantas muestras de legado histórico. Es sobre todo la Zona Colonial de Santo Domingo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, donde se agrupa la mayor parte. Allí conviven calles empedradas, plazas y edificios históricos como la Catedral Primada de América, primera catedral del Nuevo Mundo y el Alcázar de Colón, primer palacio fortificado construido en la época hispánica y única residencia oficial de la familia Colón de Toledo, que hoy tras su restauración acoge alrededor de 900 piezas de mobiliario y arte que evocan el ambiente original.

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