El Caribe se juega su futuro en la defensa de su patrimonio natural
En el marco de la jornada inaugural del Caribbean Travel Forum celebrado en Antigua y Barbuda, ha quedado claro que el turismo en el Caribe ya no puede seguir creciendo al margen de su entorno natural.
Las playas de postal, los arrecifes de coral, las selvas húmedas y los volcanes dormidos no son sólo atractivos para el visitante: son la base sobre la que se construye todo el modelo económico y social de buena parte de estas islas. Perderlos, degradarlos o explotarlos sin control sería un suicidio turístico. Pero, sobre todo, sería una traición a las generaciones futuras.
Por eso, la conversación de hoy ha sido tan relevante. Lejos de caer en la retórica vacía, los líderes presentes —autoridades gubernamentales, empresarios, expertos y representantes sociales— han hablado de políticas concretas de sostenibilidad. Porque ya no se trata de “adaptarse al cambio climático” como si fuera una opción. Se trata de sobrevivir a él.
La naturaleza nos sostiene
Las islas del Caribe están a la vanguardia de muchos de los desafíos ecológicos más graves del planeta: el aumento del nivel del mar, el blanqueamiento de los corales, la pérdida de biodiversidad, la presión urbanística, los fenómenos meteorológicos extremos. Todo esto se multiplica cuando se combina con una dependencia casi absoluta del turismo internacional, una industria intensiva en consumo de agua, energía y recursos costeros.
La buena noticia es que, ante esta realidad, muchas islas están reaccionando. Países como Barbados, Jamaica y Dominica han declarado abiertamente su intención de convertirse en destinos “carbono neutro” en las próximas décadas. Santa Lucía y Granada están apostando por las marinas protegidas y políticas de pesca responsable. Antigua y Barbuda, anfitriona del foro, ha presentado hoy su nuevo plan de gestión costera, que incluye límites al desarrollo hotelero en zonas frágiles y un fondo verde financiado con impuestos turísticos.

“Creo que todos debemos entender y comunicar sobre el turismo sostenible. Y, nuevamente, no solo en su aspecto de infraestructura, sino lograr que todas las personas que trabajan en la industria realmente se beneficien de ello. Porque ese es, verdaderamente, nuestro mayor recurso”, expresó Charles Fernández, ministro de Turismo, Inversión y Desarrollo Económico de Antigua y Barbuda, en sus palabras a los asistentes.
“Cualquier propiedad, cualquier restaurante, cualquiera, sabe y puede decirte que las personas que vienen aquí aseguran que van a regresar. De hecho, el año pasado, creo, o a comienzos de este año, tuvimos un visitante que llegó por centésima vez a una propiedad en particular”, añadió.
Por su parte, el presidente de la CHTA, Sanovnik Destang, señaló la necesidad de actuar para lograr avances en la industria de viajes del Caribe.
“Estamos aquí para actuar. Somos personas orientadas a la acción y no solo hablamos de las cosas, realmente las hacemos. No esperamos que el cambio ocurra, somos una parte fundamental para impulsarlo”, afirmó. “Queremos crear no solo un turismo sostenible, sino un turismo regenerativo, que tiene una importancia estratégica, no solo para atraer nuevos negocios de personas que se preocupan por el turismo sostenible, sino también para asegurarnos de que dejemos el Caribe mejor de lo que lo encontramos, tanto para los locales como para los visitantes”, concluyó Destang.
Otra de las iniciativas más aplaudidas del día ha sido el llamado a una legislación ambiental regional armonizada. Porque mientras unas islas avanzan, otras corren el riesgo de convertirse en “refugios para inversores sin escrúpulos” si no se unifican criterios mínimos de sostenibilidad. No se puede predicar ecoturismo en una isla mientras en la vecina se urbaniza sin control una zona de manglares. El turismo del futuro será consciente y comparativo: el visitante quiere saber si su viaje deja una huella o un impacto positivo.
La Caribbean Hotel & Tourism Association (CHTA) también ha tenido un rol clave en la jornada, ha subrayado que la sostenibilidad no es sólo un imperativo ético, sino también económico. El turismo responsable atrae a un viajero de mayor calidad, que gasta más, se queda más tiempo y valora la autenticidad. Y, sobre todo, fideliza. Porque quien se enamora del Caribe natural quiere volver. Pero si lo encuentra erosionado, abarrotado o contaminado, buscará otro destino.
No basta con paneles solares en los hoteles o pajitas de bambú en los bares de playa. La sostenibilidad exige una transformación integral: desde el transporte aéreo y marítimo hasta la gestión de residuos, pasando por la educación ambiental local, la protección legal del territorio y la participación real de las comunidades.
Lo que ha acontecido hoy en Antigua y Barbuda es, por tanto, mucho más que un foro turístico. Es un llamado urgente a defender la esencia misma del Caribe. Porque no hay turismo sin entorno. Porque no hay economía sin ecosistema. Porque no hay futuro sin naturaleza.
Las islas del Caribe no pueden permitirse mirar hacia otro lado. No están ante una elección, sino ante una obligación. Sostenibilidad o nada. Ese es el único rumbo posible para que este paraíso siga siéndolo en los años por venir.




