El turismo como fuerza transformadora
Cada 27 de septiembre, el mundo conmemora el Día Internacional del Turismo, una fecha que no debe quedarse en un simple recordatorio protocolario, sino asumirse como una oportunidad para reflexionar sobre el impacto real de esta actividad en nuestras economías, culturas y sociedades. El turismo es mucho más que viajar por placer: es un fenómeno humano y económico que moldea territorios, abre oportunidades y tiende puentes entre pueblos.
En cifras, el sector turístico representa más del 10% del PIB mundial y sostiene millones de empleos, tanto directos como indirectos. Para numerosos países, especialmente en América Latina, el Caribe, Asia y África, el turismo constituye una de las principales fuentes de ingresos, inversión y desarrollo. Pero detrás de los números, su valor más profundo está en lo intangible: en la capacidad de generar diálogo cultural, promover la paz y favorecer el respeto entre las naciones. Cada viajero que cruza fronteras es, en esencia, un embajador de encuentro.
No obstante, esta fecha también exige una mirada crítica. El turismo, como toda industria de gran alcance, enfrenta enormes desafíos. La presión que ejercen los flujos masivos de visitantes en ciudades patrimoniales, playas y ecosistemas frágiles es un recordatorio de que el crecimiento descontrolado puede convertirse en amenaza. El sobreturismo, la explotación indiscriminada de recursos naturales y la desigualdad en la distribución de beneficios son riesgos que no podemos ignorar.
La respuesta pasa por construir un turismo sostenible, inclusivo e innovador. Sostenible, porque debe proteger los recursos naturales y culturales que son su razón de ser. Inclusivo, porque sus beneficios deben llegar también a las comunidades anfitrionas, muchas veces relegadas a un papel secundario. Innovador, porque la digitalización, la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías abren caminos para mejorar la experiencia del viajero y al mismo tiempo gestionar mejor los destinos.
En este sentido, los gobiernos tienen la responsabilidad de diseñar políticas públicas que fortalezcan la infraestructura sostenible, regulen el impacto ambiental y promuevan la diversificación de la oferta. El sector privado, por su parte, debe apostar por prácticas responsables, invertir en energías limpias y apoyar la capacitación de su fuerza laboral. Y los viajeros, cada uno de nosotros, estamos llamados a practicar un turismo consciente, respetuoso y solidario, donde cada decisión –desde el transporte hasta el consumo local– cuenta.
El Día Internacional del Turismo es, por tanto, una jornada de celebración y compromiso. Celebramos la diversidad cultural, la belleza natural y la capacidad del turismo de acercarnos unos a otros. Pero también reafirmamos el compromiso de trabajar por un modelo que no comprometa el futuro de las próximas generaciones.
El turismo, bien gestionado, no sólo será una palanca económica: será una fuerza transformadora capaz de construir un mundo más justo, sostenible y humano.




