Las pistolas de agua, el nuevo símbolo de la lucha contra el turismo masivo en Barcelona
En plena temporada alta y bajo un sol abrasador, las calles del centro de Barcelona se han convertido en el escenario de protestas tan originales como polémicas: ciudadanos armados con pistolas de agua han salido a las calles para manifestarse contra el turismo masivo que, según denuncian, está deteriorando la calidad de vida en la ciudad.
Lo que comenzó como una protesta contra los efectos del turismo masivo ha terminado convirtiéndose en una poderosa metáfora visual: una pistola de agua disparando una realidad que, para muchos barceloneses, ya ha empapado demasiado su día a día. En la lucha por recuperar sus barrios, sus viviendas y su tranquilidad, algunos ciudadanos han optado por mojar, literalmente, a quienes consideran parte del problema.
La imagen es llamativa: entre pancartas, botes de humo y cánticos como “Tourists go home”, los manifestantes apuntan con chorros de agua a turistas sentados en terrazas, en hoteles o caminando por zonas emblemáticas como Las Ramblas o el Barrio Gótico. Aunque los organizadores no promovieron directamente el uso de pistolas de agua, su presencia espontánea se ha convertido en el símbolo mediático de una protesta que ha captado la atención internacional.
Una gota que colma el vaso
Barcelona, uno de los destinos más visitados de Europa, recibió en 2023 cerca de 15,5 millones de turistas internacionales, una cifra que, sumada al turismo doméstico y de cruceros, se estima pudo haber superado los 26 millones de visitantes. Para muchos residentes, esta afluencia no solo ha convertido a la ciudad en un parque temático para extranjeros, sino que ha disparado el precio de la vivienda, saturado el transporte público y alterado la convivencia en los barrios.
"La ciudad ya no es nuestra", expresaban algunos manifestantes. "No podemos pagar el alquiler, nuestras tiendas cierran y los cruceros traen cada día miles de personas que no dejan beneficios reales". La protesta, celebrada simultáneamente en otras ciudades como Palma de Mallorca, San Sebastián y Málaga, ha sacado a las calles a miles de personas. En Barcelona, la cifra de asistentes osciló entre 600 y 3.000 según distintas fuentes.
¿Por qué pistolas de agua?
El uso de pistolas de agua no es una estrategia violenta, pero sí lo suficientemente simbólica y molesta como para transmitir un mensaje claro: "estamos hartos". Mojar a turistas en plena ola de calor no sólo visibiliza el descontento, sino que también representa una forma de expresión no agresiva con gran potencial mediático.
En redes sociales y medios internacionales como The Washington Post, Reuters y BBC, las imágenes de turistas empapados, pancartas coloridas y columnas de humo recorrieron el mundo. Algunos titulares en la prensa extranjera ironizaron con frases como “Ungrateful Squirts”, reflejando la sorpresa ante una protesta tan singular como efectiva en captar atención.
Las autoridades locales no han sido ajenas al malestar creciente. El Ayuntamiento de Barcelona anunció la eliminación progresiva de 10.000 licencias de pisos turísticos antes de 2028, además de restricciones a los cruceros y un aumento de la tasa turística. Estas medidas buscan frenar la “turistificación” del centro y recuperar espacios para los residentes.
Sin embargo, el sector empresarial ha condenado las protestas. La patronal hotelera calificó de “inaceptable” que se ataque directamente a los visitantes, recordando que el turismo representa una parte clave de la economía catalana. “Barcelona es y debe seguir siendo una ciudad hospitalaria”, afirmaron.
En plataformas como Reddit o Twitter, el debate se ha polarizado. Mientras algunos defienden la acción como una forma legítima de protesta urbana, otros temen que pueda escalar en violencia o convertirse en una práctica hostil hacia cualquier extranjero. “Por ahora es agua”, decía un usuario, “pero la próxima vez puede ser otra cosa...”.
Irónicamente, varios internautas sugieren que pronto se venderán pistolas de agua como souvenirs, y que los turistas acabarán viendo ser mojados como parte de la “experiencia local”.
