Los Roques, el paraíso venezolano que sus habitantes prefieren mantener en secreto
En medio del Caribe, el archipiélago de Los Roques resplandece como un mosaico de aguas cristalinas y vida marina intacta. Sin embargo, lejos de buscar notoriedad, los 1.500 habitantes locales que lo custodian se han convertido en guardianes de un ecosistema frágil, resistiendo activamente los embates del turismo masivo que ha transformado otras islas del Caribe.
A diferencia de destinos saturados por grandes resorts y cruceros, Los Roques defiende un modelo basado en la preservación ambiental y la autenticidad cultural.
El archipiélago funciona como Parque Nacional de Acceso Controlado, limitando la estancia de los turistas a un máximo de cinco noches. Esta medida, junto con altos controles de acceso y tarifas que pueden superar los 215 dólares, busca proteger los más de 350 islotes coralinos que lo componen.
En Los Roques, la única oferta de hospedaje permitida son las posadas familiares —unas 50 en total— que no superan las 6 habitaciones. Las autoridades locales han rechazado de forma sistemática cualquier intento de introducir desarrollos hoteleros de gran escala, conscientes de que el desarrollo sin control sería incompatible con la conservación del arrecife y su cultura pesquera tradicional.
La comunidad practica la pesca artesanal, una actividad sostenible transmitida de generación en generación. No obstante, la llegada de turistas ha generado un delicado debate interno: cómo aprovechar los ingresos del turismo sin comprometer el estilo de vida ni el equilibrio ecológico de las islas.

Silvia Lanaro, propietaria de la posada La Gotera, describe a Los Roques como una “zona tipo Suiza”, protegida de las tensiones políticas del continente. Durante las temporadas altas, los propios residentes disuaden las estancias prolongadas mediante sanciones y presión social, con el fin de preservar el ritmo comunitario.
El éxito de conservación de Los Roques es evidente: sus arrecifes mantienen niveles de biodiversidad comparables a épocas preindustriales, una rareza en el Caribe actual. Además, sus pueblos de pescadores conservan una cultura marítima genuina, muy distinta al turismo estandarizado de destinos como Barbados o Puerto Rico.
Visitar Los Roques implica asumir un compromiso: planificar con antelación, respetar las normas del parque marino, elegir alojamientos locales y entender que las restricciones son lo que mantienen este lugar tan especial. Es un modelo de turismo que privilegia la preservación sobre la comodidad, y donde cada visitante responsable contribuye a que este santuario natural y cultural sobreviva intacto.




