La AEC se ratifica como mayor espacio para la integración y el desarrollo del Gran Caribe

05 de Febrero de 2008 1:01am
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Por: Rubén Silié, Secretario General de la Asociación de Estados del Caribe

Latinoamérica y el Caribe comenzaron a sentir la necesidad de su integración muy temprano, en el siglo diecinueve, cuando los principales líderes y pensadores políticos entendieron que la independencia de sus países sólo sería posible a partir de un proyecto unitario. En ese momento, la tarea más importante que se proponían nuestros pueblos era liberarse de la dominación colonial para darse una organización política y social acorde con los ideales predominantes de la libertad y la justicia social.

Esa propuesta unitaria no pudo realizarse plenamente, debido a las fuerzas poderosas del colonialismo y las diversas modalidades adoptadas por este. Pero quedó enraizado entre nosotros el ideal de la unidad como utopía concreta de los pueblos y desde entonces, este es un valor político de gran aceptación, que si bien no ha alcanzado la velocidad que muchos quisiéramos, no ha dejado de avanzar.

El logro más importante que hemos heredado del pensamiento liberal de la región ha sido la superación de esa noción conflictiva que imperaba en la definición de relaciones entre las naciones vecinas. Al cabo de más de un siglo, en que estuvo imperando esa visión de confrontación, nos hemos convencido de que la misma es inconducente y que la fuerza de los pueblos está en la unidad y las buenas relaciones.

Actualmente, los líderes de la región hacen valer con fuerza la herencia unitaria, legado de nuestros próceres y pensadores sociales que gestaron las ideas fundacionales de nuestras naciones. La propuesta unitaria no tiene hoy los obstáculos del pasado, ahora es una tarea que surge de nosotros mismos, al tiempo que es reclamada por los imperativos de la globalización.

Crece la conciencia de que para enfrentar los problemas de nuestros países es necesario hacerlo desde una perspectiva regional, pues la mayoría de esos problemas tiene origen o se relaciona estrechamente con la realidad regional y no solamente porque sean problemas parecidos, sino porque los mismos se estructuran en el contexto regional propiamente dicho.

Ha sido muy característico de este nuevo siglo que los jefes de Estado y de Gobierno de esta Región, manifiesten reiteradamente y en cualquier escenario donde se encuentren la necesidad de unidad y paz para la región latinoamericana y caribeña, resaltando su compromiso con la defensa de los ideales de la integración y con el diálogo franco. Muy a pesar de algunas diferencias surgidas, predominan sobre ellas una serie de acciones que hacen avanzar el ideal integracionista, ofreciendo un contexto político inigualable para estrechar los lazos entre nuestros pueblos.

El punto de partida para la integración ha sido la creación de un espacio económico amplio que fortalezca las economías nacionales ofreciendo un mercado con mayor capacidad y poder adquisitivo, así como facilitando la inversión intraregional para apoyar la expansión de la infraestructura económica y la creación de empleos.

En la base de este propósito debe primar la identificación de las identidades culturales, la proximidad geográfica, la defensa de los recursos naturales y algo de suma importancia como es el convencimiento de que el sistema democrático es fundamental para mejorar la calidad ciudadana de nuestros pueblos.

Pero donde la necesidad de la integración se pone de manifiesto con mayor fuerza es en el plano de la cooperación internacional, pues ya es obvio que las tareas del desarrollo requieren de ese recurso y para acceder a él los organismos internacionales de cooperación demandan relacionarse con entidades que agrupen cada vez un mayor número de países. Esto favorece que se negocie con entidades más fuertes, con mayor capacidad de respuesta y de impacto hacia la región representada.

La Asociación de Estados del Caribe es el instrumento por excelencia para impulsar las ideas de la integración, pues en ella confluye el mayor número de países que en cualquier otro esquema asociativo. Por lo mismo confluyen en ella cuatro bloques de países, todos los cuales tienen el convencimiento de que aunar esfuerzos en pro de la cooperación le convierte en un espacio único de características muy propias.

Si bien es cierto que por las mismas razones existe una gran diversidad, no pensamos que esto sea óbice para alejarnos. Las diferencias lingüísticas, culturales y políticas, no se comparan con las de Europa que nos superan con creces. Lo mismo que las diferencias políticas, también incomparables si recordamos que en Europa se produjeron dos Guerras Mundiales. Esto nos señala que el valladar de las diversidades no es algo insuperable, pues el solo hecho de habernos agrupado en esta Asociación es una muestra de que hemos empezado a superarlo.

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