República Dominicana está obligada a decisiones inteligentes para no sacrificar el turismo
Por: José Lois Malkum (Economista y Ex gobernador del Banco Central)
República Dominicana. La suspensión de varios vuelos internacionales hacia y desde este país debe ser motivo de gran preocupación. Si en las circunstancias económicas que vive esta nación el turismo se ve seriamente afectado por esta medida, las cuentas externas podrían alcanzar un déficit insostenible, que conllevaría a una devaluación del peso, duplicando su tasa actual respecto al dólar. Eso, sin contar otros desajustes internos de grandes proporciones.
Es posible que no tengamos los medios para impedir que estas decisiones corporativas sean tomadas, ya que se trata de un problema que también afecta a los países que son dueños de líneas aéreas.
Por ejemplo, tanto en Europa como en Estados Unidos muchos vuelos se han suspendido por los precios del los carburantes, y el Caribe, en general, no es la excepción.
Pero también hay que evitar que nosotros, al aplicar impuestos a los combustibles de aviones y tasas aeroportuarias más altas que otros destinos turísticos, seamos los más afectados por un problema de costos y competitividad.
Hay pequeñas islas del Caribe que sólo viven del turismo y tienen que pagar una suma fija (subsidio) a las líneas aéreas para que vuelen a su territorio.
Gracias a los dos millones de dominicanos que viven en el exterior y a los más de 3 millones de turistas que nos visitan, nosotros no necesitamos hacer eso.
Todo lo contrario, las rutas hacia Dominicana han sido regularmente rentables para las líneas aéreas, incluso los vuelos tipo charter.
Sin embargo, no podemos darnos el lujo de cargar al combustible de los aviones más impuestos que otros países. Tampoco aplicar tasas excesivas en puertos y aeropuertos. Eso sí es peligroso y contradictorio, ya que todas las empresas del transporte aéreo tienen sus cuentas en rojo por los altos precios del petróleo.
Una decisión inteligente de las autoridades es reducir ese impuesto de inmediato (por decreto si es necesario), además de las tasas de los aeropuertos y ponernos a tono con lo que los aviones pagan por esos servicios en otras islas del Caribe y hasta con los mismos países productores de petróleo.
No se trata de subsidios, sino de valorar en su justa dimensión los efectos de los impuestos y tasas en nuestra capacidad competitiva.
Sacrificar nuestra mina de diamante, que es el turismo, por estar cobrando unos cheles de más, es simplemente una aberración.
Pero hay que tomar otras medidas futuras visualizando el problema petrolero. Por ejemplo, una ruta diaria de ferry entre Santo Domingo y Miami, nos conectaría con uno de los mercados más apetecidos del turismo: Estados Unidos. Y ese es un proyecto que puede ser más viable y rentable que el de Puerto Rico.
La infraestructura que circunda las áreas turísticas debe ser remodelada urgentemente porque también estamos perdiendo competitividad con otros países por el pobre perfil ambiental, vial y de ornato público que ofrecemos ante el visitante extranjero.
La suciedad, el deterioro de las carreteras y el canibalismo urbanístico y moral alrededor de los centros turísticos, son realmente deprimentes.
Nuestros precios hoteleros ya no son los de antes. Han subido demasiado por el régimen cambiario y eso nos traído pérdidas sustanciales en términos de llegada de turistas. Sólo basta medir el crecimiento actual del sector en los últimos 3 años respecto a años anteriores.
En fin, las autoridades deben prestarle mucha atención a este problema y adoptar medidas urgentes para evitar el colapso del turismo, lo poco que queda vivo en esta “isla paradisíaca”, que sólo mantiene esa imagen ante el visitante del exterior, siempre que su permanencia no pase de 15 días.