¿Pueden las tasas turísticas frenar el turismo masivo?
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Foto: CNBC
Las Islas Baleares, especialmente Mallorca e Ibiza, siempre han tenido una relación tumultuosa con la multitud de turistas internacionales que acuden durante los meses de verano.
Con el cambio climático fomentando los viajes fuera de temporada y un récord de 14.4 millones de turistas internacionales el año pasado, el turismo se ha convertido en una fuente principal de ingresos y una amenaza para el entorno natural y social.
En 2016, el archipiélago introdujo la iniciativa del Impuesto de Turismo Sostenible para contrarrestar la interrupción estacional. Este impuesto, destinado a proyectos como la preservación del paisaje agrícola y la protección de la vida marina, cobra una tarifa de alojamiento entre $1 y $4 por persona por día en temporada alta. Después de nueve días consecutivos en la misma propiedad, el costo se reduce en un 50%.
En sus inicios, la ecotasa no generó mucho debate entre turistas o residentes. Pedro Oliver, guía turístico en Mallorca, comenta que la tarifa era razonable y los visitantes podían disfrutar de sus vacaciones sin considerar el impacto en el destino. Sin embargo, con el tiempo, el sentimiento colectivo ha cambiado.
A pesar de que una cantidad significativa de los ingresos recolectados se destinó al medio ambiente en su primer año, otros proyectos como la vivienda pública y campañas de promoción turística han ido aumentando. Serena Cook, cofundadora de IbizaPreservation, cree que todos los fondos deberían ir a proyectos relacionados con la sostenibilidad.
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En marzo, la presidenta de las Islas Baleares, Marga Prohens, anunció que alrededor de $375 millones en ingresos fiscales financiarían proyectos ecológicos en curso y otras iniciativas, prometiendo transparencia en el uso de estos fondos. No obstante, grupos ecologistas locales como GOB predicen que, a menos que se tomen medidas urgentes para frenar el número de turistas, los residentes seguirán protestando por el problema del turismo masivo.
Las Baleares enfrentan problemas de escasez de vivienda, daños en la infraestructura, sobrepoblación y contaminación ambiental debido al turismo masivo. A nivel mundial, un número creciente de destinos turísticos populares y emergentes están imponiendo o considerando la implementación de un impuesto turístico para combatir el cambio climático y mejorar la infraestructura local.
Cargos adicionales por alojamiento son el tipo más común de impuesto turístico. Ámsterdam aumentó sus tarifas del 7% al 12.5%, mientras que Islandia reintrodujo un impuesto de $4.36 por noche para proteger sus recursos. Grecia, París, y hasta ciudades del Reino Unido como Manchester han adoptado modelos similares.
En Barcelona, se ha añadido un recargo de $3.50 sobre un impuesto regional existente. Enrique Miró-Sans Gabarró, copropietario de establecimientos en Mallorca y Barcelona, destaca que ambos destinos apoyan un modelo de turismo sostenible.
Destinos como Bután han adoptado modelos de turismo de calidad, cobrando un impuesto de $100 por adulto por día, el más caro del mundo. Pese a las críticas, Bután utiliza los ingresos para la preservación ambiental y cultural, salud y educación gratuitas, siendo el único país neutral en carbono.
Después de años de debate, Noruega planea introducir un impuesto turístico para controlar el turismo excesivo y mejorar las instalaciones para los visitantes. Venecia fue la primera ciudad en imponer una tasa de $5 para turistas de temporada alta en abril, recaudando cerca de $1 millón en 11 días.
El Instituto de Estadísticas de las Islas Baleares informó recientemente un aumento del 17% en el número de visitantes en el primer trimestre del año, sugiriendo un posible nuevo récord para fin de año. Las protestas continuas en Mallorca, Ibiza y Menorca indican que el turismo masivo sigue siendo una preocupación principal para los residentes.
Para algunos, abordar los temores de los residentes utilizando los últimos fondos de proyectos para ayudar tanto a problemas sociales como ambientales puede ser la mejor solución a futuro. Enrique Miró-Sans Gabarró afirma que, dado que más del 36% del PIB de las Baleares proviene de la industria hotelera, es esencial asegurar que los proyectos sean sostenibles a largo plazo y en consonancia con las necesidades generales de los residentes.